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domingo, 19 de agosto de 2012

¡Agua, agua, ... por favor!

 

Hola a tod@s aquí estoy de nuevo.

He meditado mucho que contaros y que además de interesante sea práctico, al final me he decidido por lo más evidente, EL AGUA. También ha influido en ello la horrible ola de incendios que estamos padeciendo en nuestro país.
Desde mi primera excursión, la cantidad de liquido a llevar fué un problema ¿por qué?, simple y llanamente, por el peso que supone. Recuerdo que aquel día yo metí en mi modesta mochila de trapo: 1,5 litro de agua, 1 litro de Acuarius y creo que también una lata de refresco, a eso le sumamos el bocadillo y la fruta y nos encontramos con unos 4 Kgs. sin haber comenzado a caminar. Así, ¿cómo no se me iban a clavar las cuerdas de mi taleguilla?

Eso hizo que en las siguientes salidas combinase diferentes formas de transportar el liquido, menos cantidad de cada  producto, uno solo de ellos o uno solo de ellos y en menor cantidad. El resultado, que alguna vez me quedé sin agua antes de finalizar la excursión y eso me supuso más problemas que el beneficio de llevar menos peso. Y no sólo yo, sino que alguno de mis compañeros estaba en las mismas circunstancias.

También analicé las recomendaciones de los expertos con respecto a la hidratación necesaria mientras se practican deportes de cualquier tipo y nuestras necesidades fisiológicas básicas, que nos marcan unas pautas no inferiores a 1,5 ó  2 litros de agua diarios. 



Por tanto, puede decirse que aprendí la lección en mi propia piel y desde entonces, dependiendo de la época del año y la duración aproximada de la ruta programada siempre llevo mínimo 1,5 L de AGUA, y sólo agua. 

¡¡Ahhh!! Se me olvidaba lo que es obvio, lo primero que meto en mi mochila es el AGUA, siempre fría en una cantimplora  y con su correspondiente funda térmica para que se mantenga el mayor tiempo posible.